El miedo puede manifestarse de diversas formas en una persona, como por ejemplo en una pesadilla. Pero lo cierto es que el miedo es considerado una reacción fundamental del ser humano, la cual está profundamente conectada con uno mismo, desarrollada a lo largo de la historia de la biología para proteger a los organismos contra la amenaza percibida por su integridad o existencia.
Pese a ello, el miedo también puede ser algo simple, como tocar la antena de un caracol o tan complicado como la ansiedad en los humanos. Todas las personas experimentan el miedo.
Al pensar en los circuitos del cerebro y la psicología humana, algunas de las principales sustancias químicas que contribuyen a la respuesta de "lucha o huida" también están involucradas en otros estados emocionales positivos, como la felicidad y la emoción. Sin embargo, tiene sentido que el alto estado de excitación que se experimenta durante un susto también se pueda experimentar de manera más positiva.
Curiosidades sobre el miedo
Quienes estudian el miedo son los psiquiatras y según sus estudios e interacciones clínicas, las mismas sugieren que un factor importante cómo se experimenta el miedo, tiene que ver con el contexto. Cuando el cerebro está "pensante" da retroalimentación al cerebro "emocional" lo que se percibe es a nosotros mismos como si estuviéramos en un espacio seguro. Allí se puede cambiar rápidamente la forma en que se experimenta el estado de excitación, pasando justamente de un miedo al placer o emoción.
¿Dónde comienza el miedo?
El miedo comienza en el cerebro y se propaga a través del cuerpo para hacer ajustes para la mejor defensa o reacción de huida. La respuesta inicia en una región del cerebro llamada "Amígdala" y este conjunto de núcleos en forma de almendra en el lóbulo temporal del cerebro se dedica justamente a detectar la prominencia emocional de los estímulos: cuánto nos llama la atención algo.
Por ejemplo, la amígdala se activa cada vez que vemos una cara humana con una emoción. Esta reacción es más pronunciada con ira y miedo. Un estímulo de amenaza, como la vista de un depredador, provoca una respuesta de miedo en la amígdala, que activa las áreas involucradas en la preparación de las funciones motoras involucradas en la lucha o la huida.
Por otro lado, esto conduce a cambios corporales, los cuales preparan al ser humano para ser más fuerte en cuanto al peligro. Es decir, el cerebro se pone en modo alerta, las pupilas y los bronquios se dilatan, y la respiración se acelera. La frecuencia cardíaca y la presión arterial aumentan. El flujo sanguíneo y el flujo de glucosa a los músculos esqueléticos aumentan. Los órganos no vitales en la supervivencia, como el sistema gastrointestinal, se ralentizan.