Si ya empezó a llover y te agarró la lluvia a medio camino a tu casa o trabajo, esperando a que tu casa no se haya inundado por las intensas lluvias... ¡Espera! Antes de decidir si correr o caminar para no mojarte, aquí te contamos qué dice la ciencia sobre qué es lo mejor.
Es común que pienses en acelerar el paso para llegar más rápido y estar menos tiempo bajo la lluvia, pero...
¿Realmente te mojas menos si corres bajo la lluvia en lugar de caminar?
La respuesta a esta pregunta implica analizar la lluvia desde dos perspectivas: las superficies verticales y las superficies horizontales del cuerpo.
- Comencemos por las superficies verticales, que incluyen la parte delantera y trasera del cuerpo. Cuando caminamos más rápido, más gotas de agua chocan con nosotros debido a la velocidad a la que nos desplazamos. Sin embargo, cuanto más rápido caminemos, menos tiempo pasaremos bajo la lluvia. Esto crea un equilibrio interesante: recibimos más gotas por unidad de tiempo, pero reducimos el tiempo total de exposición.
- En cuanto a las superficies horizontales, como la cabeza y los hombros, la situación es diferente. Cuando estamos parados, las gotas caen directamente sobre estas superficies. A medida que comenzamos a caminar o correr, también recibimos gotas que habrían caído frente a nosotros, lo que añade más agua sobre estas áreas. Pero, al aumentar la velocidad, reducimos el tiempo total de exposición, lo que disminuye la cantidad total de agua que se acumula en estas superficies horizontales.
En resumen, la velocidad tiene un papel importante en reducir la cantidad de agua recibida en las superficies horizontales. Por lo tanto, correr parece ser una mejor opción para mojarse menos.
¿Cómo funciona desde el punto de vista matemático?
Para los amantes de los números, podemos analizar este problema usando un enfoque matemático. Supongamos que estamos bajo una lluvia constante que cae verticalmente, y consideremos las siguientes variables:
?: El número de gotas por unidad de volumen.
a: La velocidad vertical de las gotas.
Sh: La superficie horizontal del individuo (cabeza y hombros).
Sv: La superficie vertical del individuo (frontal y trasera).
Si estamos parados, las gotas caerán únicamente sobre la superficie horizontal, y la cantidad total de agua que recibimos es el producto de ?, Sh, y a, multiplicado por el tiempo de exposición. Sin embargo, al empezar a caminar o correr, las gotas parecen llegar en un ángulo inclinado, lo que modifica la cantidad de agua que recibimos.
Cuando nos movemos a una velocidad v, el agua impacta también en las superficies verticales. Durante un intervalo de tiempo T, las gotas cubrirán una distancia a*T, lo que significa que las gotas que antes no nos afectaban ahora lo hacen. Esta nueva cantidad de agua recibida es proporcional a la superficie vertical y la velocidad, es decir:
?(Sha + Svv)T
Esta fórmula indica que la cantidad de agua que recibimos en total depende tanto de nuestra velocidad como de la duración de la exposición.
Sin embargo, también debemos considerar el tiempo que pasamos bajo la lluvia, que disminuye conforme aumenta la velocidad. Si recorremos una distancia d a una velocidad v, el tiempo que tardamos es d/v. Así, la cantidad total de agua que recibimos es:
?(Sha + Svv)d/v = ?(Sha/v + Sv)d
A partir de esta ecuación, obtenemos dos conclusiones clave:
La cantidad de agua que cae sobre las superficies horizontales disminuye a medida que aumenta la velocidad, ya que el tiempo de exposición es menor.
La cantidad de agua recibida en las superficies verticales es independiente de la velocidad, porque la mayor cantidad de gotas recibidas debido a la mayor velocidad se compensa con el menor tiempo de exposición.
La inclinación del cuerpo: ¿es realmente útil?
Otra reacción común cuando nos encontramos con lluvia es inclinar el cuerpo hacia adelante mientras corremos. Esta inclinación tiene el propósito de reducir el área de exposición vertical, pero hay un detalle a tener en cuenta: al inclinarse, aumentamos la superficie horizontal expuesta a la lluvia, es decir, nuestra cabeza y espalda quedan más expuestas.
Por lo tanto, la inclinación puede ser efectiva si está acompañada por una mayor velocidad. Si solo inclinamos el cuerpo sin acelerar el paso, es posible que nos mojemos más en las superficies horizontales. Así que la clave es encontrar un equilibrio: correr a una buena velocidad mientras nos inclinamos lo suficiente para reducir la superficie vertical, pero no tanto como para aumentar significativamente la horizontal.
Aunque correr puede ayudarnos a mojar menos las superficies horizontales del cuerpo, hay otros factores que debemos considerar:
- La intensidad de la lluvia: Si la lluvia es ligera, caminar o correr no hará una gran diferencia en la cantidad de agua que recibimos. Sin embargo, en lluvias fuertes, correr puede marcar una mayor diferencia.
- El tipo de ropa: Las telas impermeables o de secado rápido pueden ayudarnos a mantenernos más secos, independientemente de si corremos o caminamos.
- El viento: Si la lluvia es impulsada por el viento, las gotas no caerán verticalmente, lo que podría anular los efectos del aumento de velocidad.
- Distancia a recorrer: Si la distancia que debemos recorrer es corta, es posible que correr sea más efectivo para reducir el tiempo total bajo la lluvia, pero si es larga, es más probable que nos mojemos independientemente de la velocidad.
¿Entonces..? ¿Correr o caminar bajo la lluvia? La ciencia sugiere que correr es la mejor opción si queremos minimizar la cantidad de agua que recibimos. La inclinación hacia adelante puede ayudar, pero debe ir acompañada de una mayor velocidad para que sea efectiva. Aunque la cantidad de agua recibida en las superficies verticales no cambia significativamente con la velocidad, la cantidad de agua que cae sobre las superficies horizontales disminuye considerablemente al correr.
La próxima vez que te sorprenda una tormenta sin paraguas, ¡corre! Pero hazlo de manera equilibrada y consciente para mojarte lo menos posible. _Con información de The Conversation