Hay muchos miembros de la realeza que murieron en terribles condiciones, como la reina Lady Jane, que se negó a abandonar la corona, fue traicionada y ejecutada junto a su esposo. Pero en esta oportunidad hablaremos de una emperatriz que murió en completa depresión luego de que asesinaran a su hijo.
¿Quién fue la emperatriz que cayó en depresión por la muerte de su hijo?
Se trata de Sissi de Austria. Fue una personalidad muy controvertida en su tiempo, a la que los sectores más conservadores de las cortes europeas no dudaron en acusarla de irresponsable y extravagante.
La emperatriz fue una mujer delicada que comprendió mucho antes que su entorno que había llegado el fin de una época. Además, fue una mujer profundamente desgraciada, condenada a vivir una vida que no deseaba y obligada a superar infinitas situaciones trágicas.
En la primavera de 1857, Francisco José y Sissi de Austria viajaron a Hungría junto a dos de sus hijas pero no contaba con la insalubridad de algunas regiones húngaras. Un peligro que tuvo una trágica consecuencia: la pequeña Sofía, hija de la mujer, contrajo disentería y murió en Budapest el 29 de mayo de 1857.
Luego, años más tardes, Rodolfo, su hijo varón, apareció muerto en el pabellón de caza de Mayerling junto a su amante, María Vetsera. Todo parecía indicar que el príncipe había disparado primero contra María y luego se había suicidado. Luego de esto, la emperatriz vivió de luto perpetuo, viajó sin rumbo alguno, escondida tras un gran abanico, un velo o bajo un seudónimo.
¿Cómo murió Sissi de Austria?
El 8 de septiembre de 1898, durante uno de sus innumerables viajes, Sissi de Austria se encontraba alojada en el hotel Beau-Rivage de Ginebra. Dos días después, cuando se estaba a punto de tomar el ferry que iba a llevarla a Montreux, tropezó casualmente con otro pasajero.
En ese momento sintió un fuerte golpe en el costado y, una vez en el barco, se desvaneció. Murió aquella misma tarde. El viajero atolondrado que se había cruzado en su camino era en realidad un anarquista italiano llamado Luigi Lucheni y le había clavado un estilete muy cerca del corazón.
El emperador no quiso que la emperatriz descansara donde ella había dispuesto, a orillas del Mediterráneo, en Corfú o en Ítaca. Su condición de emperatriz de Austria-Hungría la obligaba a ser sepultada en la cripta de los Capuchinos. Allí descansa, en la misma Viena a la que nunca amó y que nunca la comprendió.